Una preciosa estrella iluminaba el cielo
y su estela era seguida por tres venerables ancianos
que venían de Oriente;
tres hombres sabios y ricos que tan solo tenían una misión:
llegar a Belén.
Quien dirigía sus pasos era la estrella de Belén
y ellos eran los Reyes Magos.
El más anciano de barba blanca
y semblante amable era Melchor,
le seguía en edad Gaspar, de barba casi rubia
y de aspecto más serio, ambos tenían la piel blanca;
y de piel negra, y el más joven de los tres, se llamaba Baltasar.
Hombres buenos y sabios que tan solo buscaban
a un niño recién nacido que sería el rey de los judíos.
Y la estrella les condujo al lugar y llegaron a Belén
y encontraron al Niño. Ellos sabían que ese Niño era
el Rey de Reyes y se postraron ante Él y le adoraron
y le hicieron entrega de oro, incienso y mirra.
El oro para demostrar su naturaleza real,
el incienso como reconocimiento que era Dios
y la mirra que servía para embalsamar a los muertos,
con ella se estaba indicando el gran sufrimiento que más tarde
pasaría Jesús.
¡Feliz noche de Reyes, amigos!
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