jueves, 13 de junio de 2013

San Antonio de Lisboa


ORACIÓN 

¡Oh admirable y esclarecido protector mío, San Antonio de Lisboa! Siempre he tenido grandísima confianza en que me habéis de ayudar en todas mis necesidades, rogando por mi al Señor a quien servisteis, a la Virgen Santísima a quien amasteis y al divino Niño Jesús que tantos favores os hizo. Rogadles por mi, para que por vuestra poderosa intercesión me concedan lo que pido.
¡Oh Glorioso San Antonio! Pues las cosas perdidas son halladas por vuestra mediación y obráis tantos prodigios con vuestros devotos; yo os ruego y suplico me alcancéis de la Divina Majestad el recobrar la gracia que he perdido por mis pecados, y el favor que ahora deseo y pido, siendo para Gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.
 

Canción de los pajarillos

Divino Antonio precioso, 
suplicad al Dios inmenso 
que por tu gracia divina 
alumbre mi entendimiento.

Para que mi lengua 
refiera el milagro 
que en el huerto obraste 
de edad de ocho años.

Desde niño fue criado
con mucho temor de Dios, 
de sus padres estimado
y del mundo admiración.

Fue caritativo 
y perseguidor 
de todo enemigo 
con mucho rigor.

Su padre era un caballero 
cristiano, honrado y prudente, 
que mantenía su casa 
con el sudor de su frente.

Y tenía un huerto 
donde recogía 
cosechas del fruto 
que el tiempo traía.

Por la mañana un domingo, 
como siempre acostumbraba, 
se marchó su padre a Misa, 
cosa que nunca olvidaba.

Y le dijo: "Antonio 
ven acá, hijo amado, 
escucha, que tengo 
que darte un recado.

Mientras que yo estoy en Misa 
gran cuidado has de tener, 
mira que los pajarillos 
todo lo echan a perder.

Entran en el huerto,
pican el sembrado, 
por eso te advierto
que tengas cuidado."

Cuando se ausentó su padre 
y a la iglesia se marchó, 
Antonio quedó cuidando 
y a los pájaros llamó.

Venid, pajaritos, 
dejad el sembrado, 
que mi padre ha dicho 
que tenga cuidado.

Para que mejor yo pueda 
cumplir con mi obligación, 
voy a encerraros a todos 
dentro de esta habitación.

Y a los pajarillos 
entrar les mandaba, 
y ellos muy humildes 
en el cuarto entraban.

Por aquellas cercanías 
ningún pájaro quedó 
porque todos acudieron 
cuando Antonio los llamó.

Lleno de alegría
San Antonio estaba,
y los pajarillos
alegres cantaban.

Al ver venir a su padre
luego les mandó callar,
y llegó su padre a la puerta
y comenzó a preguntar:

"¿Qué tal, Antoñito?
ven acá hijo amado,
¿de los pajaritos

 qué tal has cuidado?

El hijo le contestó: 
padre, no tenga cuidado, 
que para que no hagan daño, 
todos los tengo encerrados.

El padre que vio
milagro tan grande, 
al señor obispo 
trató de avisarle.

Acudió el señor obispo 
con grande acompañamiento, 
quedando todos confusos 
al ver tan grande portento.

Abrieron ventanas,
puertas a la par,
por ver si las aves
se quieren marchar.

Antonio les dijo entonces:
señores, nadie se agravie,
los pajarillos no marchan 
hasta que yo se lo mande.

Se puso a la puerta
y les dijo así:
¡Ea, pajarillos,
ya podéis salir!

Salgan cigüeñas con orden
águilas, grullas y garzas,
gavilanes y avutardas,
lechuzas, mochuelos y grajas.

Salgan las urracas,
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.

Salgan el cuco y el milano,
burla pastor y andarríos
canarios y ruiseñores,
tordos, gafarrón y mirlos.

Salgan verderones,
y las corderinas,
y las cogujadas,
y las golondrinas.

Al instante que salieron 
todas juntitas se ponen, 
escuchando a San Antonio 
para ver lo que dispone.

Antonio les dijo:
No entréis en sembrados,
marchad por los montes,
por riscos los prados.

Al tiempo de alzar el vuelo,
cantan con dulce alegría,
despidiéndose de Antonio
y la insigne compañía.

El señor obispo,
al ver tal milagro,
por diversas partes
mandó publicarlo.

Árbol de grandiosidades, 
fuente de la caridad, 
depósito de bondades, 
padre de inmensa piedad.
Antonio divino, 
por tu intercesión, 
 todos merezcamos 
 la Eterna Mansión.

 
 
 
Un pensamiento: Es bueno dar las gracias,
aunque tu las consideres innecesarias.
 
 
 
 
 
 

 
 
 
San Mateo 5,20-26.
 "Si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar,
 y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
deja allí mismo tu ofrenda ante el altar,
 y vete antes a hacer las paces con tu hermano;
 después vuelve y presenta tu ofrenda.







                                               ¡ Feliz día, amigos!