Él es la Cruz: Lunes Santo

Fotografía: Canada María J.

La codicia humana

Observando la Naturaleza es cuando realmente
nos damos cuenta de la maravilloso que es nuestro
Planeta. ¡Cuánta belleza acumulada y cuanta riqueza
existe en él!

Pero el hombre no se conforma con contemplarla,
ni con disfrutarla, ni admirarla, eso no le satisface.
El hombre necesita siempre más...necesita "poseerla".

Primero, aro los campos, después sembró; más tarde
excavo la tierra y posteriormente la perforo y siguió.

Tomo el fruto de los árboles y después utilizo la
leña y se calentó, pero eso era muy poco, empezó
a trabajar la madera y la tala del árbol se expandió.
Construyo carreteras y arraso bosques y selvas,
sin pensar en las consecuencias que eso conlleva.

Tomo el agua para saciar la sed, y más tarde para
pescar. Hizo uso de ella para la higiene y para
cocinar, pero le pareció poco y cambió hasta
el curso de los ríos para poder edificar.
Pero aún, le siguió pareciendo poco, y construyo
grandes torres, no solo cerca, sino en el propio mar
y por si no era bastante, lo utilizo como vertedero
sin preocuparse por nada más.

El progreso es importante, las tecnologías también;
¿Pero a costa de qué y de quién?
¿Cómo es posible semejante barbarie?
¿Acaso no es un ser inteligente el hombre?

¡Es inteligente! Pero su codicia es superior.
Si el hombre fuese más inteligente que codicioso,
el mundo no pasaría hambre.

¡Esa codicia, esa maldita codicia del hombre!

Este mensaje nos daba ayer el Santo Padre:

"Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas
inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias,
conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles,
la sed de dinero, que nadie puede llevárselo consigo..."